Las emociones de culpa, lamentación y remordimiento son las que los seres humanos suelen evitar más en la vida, y en esto radica precisamente el valor del mensaje que nos transmiten. Son emociones dolorosas pero cumplen una función muy valiosa.
MENSAJE:
La sensación de culpa te dice que has violado uno de tus propios criterios y que tienes que hacer algo para asegurarte de no volver a violar ese criterio en el futuro. Si se vincula un dolor intenso a un comportamiento la persona terminará por cambiarlo y el apalancamiento más fuerte es el dolor que podemos causarnos a nosotros mismos.
La culpa constituye el apalancamiento definitivo para que cambiemos nuestro comportamiento. Sin embargo, si tratamos de afrontar la culpa negándola o suprimiéndola no funcionará, ya que la culpa no desaparece sino que se fortalece más.
El otro extremo es rendirse y sumergirse en la culpa, con lo que unido al dolor experimentaremos una incapacidad adquirida. Y esto no es el propósito de la culpa. Debemos comprender que está diseñada para impulsarnos hacia la acción capaz de crear el cambio adecuado.
ACCIÓN:
1- Reconoce que has violado uno de tus propios criterios o valores.
2- Comprométete absolutamente a lograr que ese comportamiento no vuelva a producirse en el futuro. Ensaya en tu mente, como reviviendo la situación y siendo capaz de enfrentarte a ella de una forma consistente con tus propios criterios personales. Al comprometerte decididamente a no permitir que ese comportamiento vuelva a producirse tienes el derecho de desprenderte de tu culpa.
Algunas personas se castigan mental y emocionalmente porque no logran cumplir con los criterios que han establecido para sí mismas en los diferentes aspectos de su vida. Como resultado acaban experimentando un sentimiento de inadecuación. Lo veremos en el siguiente post ...
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